Y es al fin hoy,
cuando comenzamos a entender,
detenemos las divagaciones constantes que retienen nuestros deseos,
alzamos la vista y nos atrevemos a ver aunque no miremos.
En perpetua simbiosis con nuestro yo más interno,
entrelazamos causas vencidas al sentimiento.
No aboco por el silencio.
Quiero que me inunde el ruido!,
que me traspasen las palabras,
que cobren sentido,
cuando tu, roces mi piel.
Que absurdo canto el del vencido!
en entrecortados susurros me habla tu voz al oido,
y no quiero más que atraparla
para eternizarla en el tiempo.
Esa claridad penetra en mi ser
mientras cavilo con la cabeza baja;
y por un instante creo saber quién eres.
No hay dilación alguna
en mi verdad absoluta.
Tu, imperturbable,
me observas, absorto...