26 noviembre 2010
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Yacía apocada,
sobre la inteligencia dormida.
Cuestionaste lo no obvio,
sublevando mis instintos.
La duda te apresa,
con sus numerosas garras.
Me miras incrédulo,
lleno de falsa indiferencia.
Toqué con gélidas manos
tu ignorancia arrogante.
Logré despertar el vuelo de tus
olvidados versos.
Me miras, y escribes
líneas en el aire.
Te miro, e inquietas
incertidumbres te traspaso.
Tan lejanos,
que no acertamos a vernos.
Franjas excavadas en el albor de
lo superfluo.
Perpetúo la sinergia
de tu vida y la mía.
Son dos brasas que arden
en diferentes tahonas.
Yacía, crecida sobre
la inteligencia despierta.