Las calles aguardan impacientes
el eco de tus pasos.
Se abren las ventanas de par en par
y en los alfeízares se apoyan los codos de
los curiosos.
Volviste despertando
la dormida curiosidad de los prudentes.
Aquellos a los que disgustaba tu estampa
y con muecas y arrebatadoras risas
te apuntaban pendencieros.
Ahora, le rinden pleitesía
y veneran con cumplidos.
Tantas burlas despiadadas,
te rasgaban los harapos
de tu pobre y negro hado.
Tu risa ahora es fuerte y sonora!
retumba en los traicioneros tímpanos
que tu lamento no escuharon!
Puedes ahora mirar al cielo,
y decir desafiante:
"A estos que hoy me besan y ayer
me denostaban!, maldigo
y condeno en vida,
a sus pobres corazones,
a vagar desconsolados!".
Un deseo de sosiego
de tus ojos se apodera,
cerrándolos por fin ves
lo que antes no debías.
Acogen tus pasos
las calles, perdiéndose...
en la cercanía.