Qué bella pena negra!
Tan perecedera como las gotas de lluvia rampante,
precipitada sobre la acera gris,
aplastada por despistados transeúntes.
Las calles ya no son las mismas calles;
van cambiando en una descuidada sintonía
desprendida de memorias efímeras.
Y era allí,
donde infantiles,
jugábamos a atrapar
las alegrías que huyen veloces,
antes que les alcance la muerte.
Todo se metamorfosea en las esquinas,
y mis manos ya no son mis manos,
no logramos reconocernos entre tanta confusión…
Atravesamos pasos de peatones sin mirar hacia los lados,
atravesamos avenidas, carreteras, puentes...
No sabemos bien…
Y el viento nos golpea fuerte .
Detenidos en encrucijadas,
no nos percatamos de que las calles,
ya no son las calles…
Llueve,
olor a asfalto mojado y a transeúntes perdidos.