Jamás vi desierto tan árido,
ni cielo tan raso,
ni tan huracanado viento,
ni tan persistente canto,
ni tan negros frutos,
ni tan henchida esperanza
que tu vanidoso espíritu alcanzara.
Entrecortados los ánimos,
se arriman a otros soles ardientes
que tuestan la inusitada calma
reflejada en semblantes fríos.
No aquejaba el corazón palpitante de soledad despojado,
de la incertidumbre perpetua
angustiada en un vaso de agua.
Descanse por fin mi hado sembrando paz en mi alma,
alcanzare siempre lo esperado
aún cuando no me fuera dado.
Persistiendo la memoria en enjambres de ilusiones,
te asemejas a mi voz cuando enmudece de pronto,
y en un suspendido canto,
te refundes con mis versos.