Son los ojos que me duelen cuando los abro,
se inundan rebosantes al mirar fijo.
Son los ecos que rebotan en barrancos
y se quedan atrapados en una repetitiva burla.
Son los oidos, y las manos que los tapan,
para esconderse en un aislamiento sordo
que nos envuelve protector.
Son los rostros que se muestran imperturbables
ante la aflicción ajena.
Son los No Hechos,
abandonados a un qué hubiera sido...
No puede haber tregua calma,
ni pobre esperanza rota,
para otros quizás alcance.
Ni tu,
ni yo,
ni nadie,
Son los males que se adhieren
parasitarios a mi piel,
aguerridos e indestructibles
como oxidados gerreros.
Es la esencia que se esfuma,
los ideales muertos de un Hiperión
sin Diótima.
Es el sentido vacuo,
esperando ser hallado.
No puede regodearse el alma
ante espejismos,
en áridos flujos
de disertaciones absurdas.
Ni tu,
ni yo,
ni nadie.