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Somos voces,

que ni siquiera sabemos lo que decir…

ensalzando a las viejas glorias,

que nos redescubrieron las posibilidades dormidas.

Somos voces,

que gritan en el silencio perpetuo

pretendiendo romper sintonías dirigidas.

Qué tiemblen los que se callan,

agachan la cabeza ,y siguen!

Qué paguen sus falsas dignidades

 enderezadas con la acritud generada!

Somos voces,

que no temen devolver vergüenzas;

asistidas por la rabia nos renovamos en consignas de cambio.

No ha nacido hijo de hombre que logre hacernos callar!

Precipitémonos,

 enlazados a un nuevo vacío….

Shhhhh!!! Escuchad! …

...el silencio,

 yace en el suelo, roto.

Rio, ríes, reímos:

LA DICHA.

Fumo, fumas, fumamos:

LA ESPERA.

Miro, miras, miramos:

EL HORIZONTE.

Evito, evitas, evitamos:

LA INDIFERENCIA.

Conjugo, conjugas, conjugamos:

EL LATÍN.

Sueño, sueñas, soñamos:

EL PASADO.

La tierra, húmeda,

huele a lluvia;

hinca aquí tus esperanzas.

Escribiste, cómo un autómata,

siempre receloso, callado...

huele a mojado.

Sólo un pensamiento, plasmarlo,

te ayuda a soportarlo.

Tal vez si te volvieras alegre...

se moriría tu nada.

Es como si alguien,

fuera empujándote levemente

hasta creer que avanzas solo.

Vacilo, vacilas, vacilamos:

EL FUTURO.

Cavilar en arduas vacilaciones,

con la cabeza baja y la frente alta;

urdiendo la trama para la huida sin fin,

que te conduce a alucinaciones inocuas

suspendidas en el aire,

como oníricos pájaros

que desaparecen revoloteando alto,

hasta perderse de tu vista.

En ese amable cubil,  te ensanchas,

tendido en el diván de las reflexiones cojas.

Miras absorto por la ventana,

 la luz  despiadada te azota deslumbrante.

No puedes evitar pensar en Magritte,

cuando me percibes tras el cristal,

difuminada en trazos abstractos,

adherida a la idea imaginada.

Estás omnipresente,

en los recuerdos de unos cuantos,

te perciben vivo y cambiante,

en ciclos discordantes,

a veces dormido y otras insomne.

Eres tu propio engendro,

un funambulista que se precipita al vacío.

Quizás te espere una Ítaca perdida,

y una mortaja recién tejida

para reposar tu  intrigante anhelo.

Descansa tu voz vencida en

mis efímeros suspiros,

entrechocándose con

los silencios muertos.

Ve a beber aguas nuevas,

tal vez más cristalinas,

y siempre recuerda

que un día,  acaso,

pudiste adivinar mis contornos...

y fueron tus ojos concupiscentes los

que  los míos buscaron.

Y cumpliendo fiel cometido tuve

que abrazarte fuerte

cayendo entonces rendido

a mi persistente cortejo.

Mira el cristal y pensando...

podrás verme pasar.

Locuaz y mórbida,

exasperada como

una interminable espera.

De tus cuencas rebosantes,

llueven las tardes perdidas.

Ensombreces parsimoniosa,

mientras se pierden tus pupilas

en un lejano horizonte;

y yo, distraída,

te atraigo otra vez a mi campo.

Mientras, salen y se ponen los soles;

y habrá alguien que los pinte,

que los eternice con la destreza del pincel.

Se arrepienten en instantes imantados,

los que nunca hubieron anhelado,

ignorando extrañas ausencias,

cuando al lienzo vacío se enfrentan.

Sigue su curso,

rara y difícil,

hastiada y cansada,

la inexorable existencia.

Y quiero entonces pensar

que no estás solo,

que te revuelves con los

soliloquios que te dicta tu conciencia traicionera.

En laberintos micénicos pierden

sus almas los ilustres,

y la tristeza les invade súbitamente,

como un mortal virus que les hace trizas la existencia.

Y digo tu nombre,

bajo,

para que me oigas,

en tu rincón escondido.

Y toco a tu puerta,

fuerte,

con los puños rotos,

y los dedos shielenianos.

Nos reconocemos de pronto,

en los ojos que brillan,

en los labios que tiemblan,

en la sangre que corre,

en los contenidos roces.

Ahí van los que claudican

de pronto,

y quedan abandonados,

como queriendo ser olvidados...

Sintiendo un repentino alivio,

venero queriendo

tu devenir mancillado.